Vértigo. Sobre el lento transcurrir del pequeño vergel sopla un aire suave. Ya es la hora del riego, los malvones están sedientos.
Atardece, empieza a bajar el sol y entre los frentes grises se cuelan reflejos.
Allá, un tipo hace pesas. Más acá una chica pinta una puerta. Abajo, el mullido amarillo de los árboles recuerda que es mayo y que tengo vértigo.
Pienso en el herrero: antes del encierro estaba por poner una protección. ¿Cuánto faltará para todo, y entre el todo, cuánto faltará para eso?
Entre todo y entre tanto, aquí es muy alto para mí que, incluso, le temo al viento.