Salgo, me paro, giro. Caminar no puedo. Quiero que mi cuerpo y los árboles sean uno. En mi mente intento borrar todo lo que me recuerda que estoy en una ciudad. Me quedo sólo con las copas de los árboles, recorto este gran cielo. Tan vasto el cielo. Mi propio jardín en altura. Me fundo con las ramas, espío a los transeúntes entre las hojas. Espero secretamente que en algún momento el follaje tapice todo y que sólo sea verde y más verde.
Es el sol que entra, es la puerta al aire.