Habrá sido una tarde otoñal cuando tendría 7 u 8 años, después de mi serie favorita, que se me ocurrió subir: largos pasillos, y estrechas escaleras hasta llegar –cuaderno, lápiz y mp3 en mano- a ese espacio de baldosas y paredes para mí gigantes.
Así empezó la magia de descubrir cada tarde un universo donde cantaba e inventaba historias, otras veces bailaba, y hasta en ciertos momentos de inquietud solo me sentaba a cerrar los ojos y pensar qué quería para mí, mientras tal vez sonaba la música
Terraza. Escenario. Mundo, mi mundo. Burbuja propia y ensoñada. Siempre fue, sigue siendo, mi MAGIC SPACE.